Hablemos de Acogimiento

1 de agosto de 2011

A finales del pasado año 2010 tuvimos la ocasión de observar una de esas típicas «avenidas informativas» que suelen ocurrir en la prensa de vez en cuando. En esta ocasión estábamos de enhorabuena porque el tema nos incumbía y nos ocupaba.

Nos levantamos una mañana escuchando o leyendo en los abundantes noticieros difundidos en las ondas, en la red o en papel, a numerosos especialistas, técnicos, políticos y expertos acerca de la protección de menores. El motivo se servía al albur de unas conclusiones y recomendaciones que emitía una comisión especial para el estudio de esta problemática constituida en el Senado. Para todos los que nos dedicamos al tema, sin ser eminentes expertos o contertulios a sueldo de tirios o troyanos pero que nos dejamos la vida por el bienestar de nuestros niños, nos resultaba sorprendente ese hilo de luz proyectado por los medios de comunicación sobre los problemas de la infancia que sufre la negligencia, el maltrato o el abandono en el seno de sus propias familias. No estamos acostumbrados a que se hable en prensa seriamente, con pausa, datos, análisis y conocimiento de este asunto, simplemente porque no interesa a nadie, al margen de alguna que otra noticia sensacionalista sobre tal o cual niño que ha sido retirado con mayor o menor fortuna en alguna oscura localidad de nuestro país. Tertulia de dos días, opinión pública mal informada y a otra cosa.

En esta ocasión hubo suerte. A falta de catástrofe natural, corruptela política financiera, partido del siglo u otros asuntos estrella, tuvimos la suerte de «disponer» de casi una semana de comentarios, informaciones más o menos contrastadas y exposición de datos de una de las situaciones más lamentables de nuestra sociedad: hay 11.000 menores que viven en centros de protección en España. Niños escondidos, «invisibles», como diría el profesor Jesús Palacios; que ni hablan, ni se manifiestan, ni votan; niños que, si no se ven, no son un problema. Niños que viven en la dolorosa encrucijada de tener que separase de quienes más quieren porque no reciben cuidados adecuados. Este es el verdadero problema que nos preocupa. Sin debates estériles sobre quién es el culpable y debates tan arduos como inútiles de cuál es el bien del menor, el de ahora o el de dentro de diez años. La realidad es esta: 11.000 niños tutelados por el Estado, sin familia como referente válido para prestarle los cuidados básicos, pero con familia como referente emocional. ¿cómo explicas a un niño que aquél a quien más quiere es incapaz de garantizarle ni siquiera su seguridad? ¿Cómo le explicas que algunos podrían plantearse que nunca más volviera a ver a sus padres y hermanos? Cuando hablas con ellos comprendes que las soluciones a sus problemas nunca pueden ser tomadas únicamente desde una perspectiva de adultos, porque estamos hablando de su infancia, la única e irrepetible infancia que cada persona tiene.

Quizá estemos completando en la actualidad lo que la infancia significa para todos nosotros hoy en día. Es cierto que es un periodo de tiempo esencial en la vida de una persona. Como muchos especialista opinan, es una etapa en la que podemos convertir a un individuo en un desadaptado, neurótico o incluso un psicópata. Pero, aunque esta consideración de la infancia es suficientemente potente por sí sola, creemos que no podemos quedarnos aquí. La infancia debe considerarse no solo como un proyecto de adulto, un esbozo de lo por venir, sino como un periodo con entidad en sí misma.Resguardados en estas consideraciones generales, la comisión del Senado ha realizado una serie de recomendaciones que responden a las conclusiones obtenidas tras el estudio «de la problemática de la adopción nacional y otros temas afines». Aunque considerados como «otros temas afines» en favor del más sonoro, popular y «vendible» tema de la adopción nacional, podemos hacer el siguiente extracto de las consideraciones realizadas atendiendo a los aspectos que, a nuestro juicio, tendría especial repercusión en el acogimiento familiar:

I. Normativa y sistema de gestión.

• El modelo de gestión de protección al menor es un modelo complejo de participación de todas las administraciones, con desarrollo normativo desigual en las diferentes comunidades autónomas.
• El modelo adolece de falta de rigor en la elaboración de datos y estadísticas seguras y fiables, por lo que se hace difícil la evaluación adecuada del sistema de protección.
• Se considera que el marco jurídico es apropiado, pero mejorable y necesitado de revisión. El sistema de protección debería estar presente en la regulación de otros sectores como la sanidad, la educación o la protección de datos.

II. Interés superior del menor.

• El interés superior del menor queda reconocido cuando se respeta su derecho a vivir en una familia. Se detecta en las actuaciones de la judicatura un excesivo biologismo, entendido como una preterición del interés superior del menor frente a otros intereses. Esto se hace especialmente patente en la forma de llevarse a cabo las visitas de los progenitores donde prima el «adultismo» sobre el bienestar de los menores.
• Es necesario definir con mayor claridad los conceptos de riesgo, desamparo y patria potestad.
• Necesaria sensibilización de la sociedad española en general, y, en particular, de los profesionales de la sanidad, de los servicios sociales y de los operadores jurídicos que intervienen en los procedimientos relativos a menores.

III. Medidas de protección.

• El acogimiento residencial debe tener carácter subsidiario respecto a otras medidas, y debe potenciarse el acogimiento familiar por ser más ventajoso psicológica y emocionalmente, además de claramente más rentable desde el punto de vista económico.
• El acogimiento residencial en España es excesivo y precisa de reformas en su funcionamiento, valorando dos tipos de situaciones: casos en lo que es necesaria la institucionalización, como en caso de los menores extranjeros no acompañados y menores con graves problemas de conductas y, en un segundo caso, los grupos de menores que se alejan de las demandas de los futuros adoptantes y acogedores (problemas de salud, grupos de hermanos, mayores de seis años). En este grupo deberían estudiarse alternativas al internamiento como son los acogimientos especializados o profesionalizados.
• El acogimiento familiar se considera la medida de protección más eficiente para la estabilidad emocional de menor y la que consigue mayores resultados, sobre todo en su variante de familia extensa.

Con esta breve recensión pretendemos animar a todos aquellos interesados en el tema a profundizar en el texto. En futuras colaboraciones tendremos la oportunidad de completar estas opiniones con las consideraciones de las recomendaciones de la comisión del Senado. También podremos observar si en estos meses que ya han pasado hemos visto alguna concreción de todo este asunto. Esta continua situación preelectoral en nada beneficia al avance de las políticas sociales.

De nuevo en verano y un año después tenemos las consecuencias de las discusiones de la comisión del senado en forma de noticia con gran titular (ver). Es una gran noticia, pero ha de concretarse y dos meses después la ejecución de este objetivo es desigual en diferentes partes del territorio, siendo imprescindible que se lleven a efecto las medidas complementarias que se anunciaban en el mismo artículo.